Objetivo

Página para difundir la obra de Luis Cobiella Cuevas, músico, poeta, humanista, primer Diputado el Común de Canarias, premio Canarias de Bellas Artes 2002,..., nacido en Santa Cruz de La Palma en 1925 y fallecido en 2013.

 

Recordando a Luis del cineasta Jorge Lozano

 https://www.youtube.com/watch?v=bz5iMWWNYeE 

 

 

 

VIDEOS

 

Palabras de Luis Ortega en el entierro de Luis Cobiella  (vídeo)

 

LuisCobielladespedidada en YOUTUBE (Video de Juan Arturo Sangil -Novafoto-)

 

https://www.youtube.com/watch?v=ZYoUi8wOwQY

 

 

Luis Cobiella Cuevas
Luis Cobiella Cuevas

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Pregón Bajada Virgen 2005

Pregón Insular de Navidad 2007

Pregón Semana Santa 2004

Pregón Fiestas del Cristo de La Laguna

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Pregón de las Fiestas de Nuestra Sra. de El Pino de El Paso 2012

 


 

 



Pregón de las Fiestas de Nuestra Sra. de El Pino de El Paso 2012

Luis Cobiella

                          

 

 

 

El Paso del Sagrado Corazón es el nombre donde ahora estamos. Me gustaría profundizar ese estar para acertar con lo que somos; no cabe duda de que el lugar que ocupamos ofrece una entidad especial que pretendo describir y compartir con ustedes. 

Quizá entre las palabras más decisivas está la palabra “corazón” y en este supuesto no merma su exclusión: por ejemplo, “toma mi sagrado corazón” equivale a “toma mi corazón”. Pero no siempre la supresión produce equivalencia  y a veces modifica el sentido: suprimiendo el término “sagrado” resulta “el paso del corazón”, un corazón que tiene que ver con el lugar donde se pasa. Los que estamos aquí hemos pasado al lugar que se presenta a nuestros ojos como algo inevitablemente admirable, inevitablemente he dicho: es imposible rechazar la invasión de belleza que en torno se ofrece y se hilvana al interior de quien pasa por el lugar en que ahora estamos y somos.

Muchos de ustedes y yo tenemos hlvanado en nuestro interior la belleza de nuestro paso por El Paso. Tal adhesión se produce aunque el paseo haya sido a solas, pero ocurre un especial hilván cuando a nuestro lado alguien ha comentado la belleza contemplada. Así sucedió en mi caso con uno de los poetas y admiradores más sutiles de este lugar: me refiero a Antonio Pino, de quien he tenido la suerte de ser amigo y oírle describir sus emociones durante nuestro paseo por “El Paso del sagrado Corazón”. Permítanme la vanidad de repetir uno de sus párrafos al respecto:

Por la noche la velada… Estuvo muy bien Cobiella que hizo un bello y sentido canto a El Paso. No cabe duda que sabe hilvanar muy bien.  (Según dice Rosario, el 3 de septiembre de 1958)

 

A la señora alcaldesa, a quien respeto, admiro… y obedezco, debo las palabras que siguen: la narración de los hilvanes trazados en mi interior. Se refieren  estos hilvanes a uno de los más bellos pinos del archipiélago: el que se eleva junto al Santuario de la Virgen:

En la época de la conquista tenía ya una buena altura y contrariamente a los otros pinos de Canarias que crecen más bien derechos, éste de El Paso, como he dicho, se eleva y extiende a lo lejos sus largas ramas. Cuando los soldados de Alonso de Lugo llegaron a este lugar a uno se le ocurrió subirse al árbol y cuál no sería su sorpresa al encontrar en medio de las ramas una estatua de la Virgen. María de Nazaret, la Virgen, tenía una predilección especial por el  archipiélago, pues en casi todas las islas se habían encontrado imágenes que no podían haber llegado allí sino de una manera milagrosa: tal fue la unánime opinión respecto a la Virgen del Pino de la isla de La Palma. Habiendo decidido no dejar la Virgen expuesta a las inclemencias del tiempo, se les ocurrió hacer en el mismo tronco del pino un nicho que fuera capaz de recibirla. La operación tuvo éxito: la estatua quedó tranquila y el árbol resistió la mutilación.

Cada vez que visita el Santuario Concha abraza el pino: brazos le faltan mientras le sobran deseos para abarcarlo. En un primer tiempo cabe indicar que mi relación familiar llegó aquí con ella; personas y edificios sonaron entonces sin apenas fuerza de hilvanar interiormen-te: acaso la fiesta y procesión del Sagrado, y aquí he aplicado la supresión del “corazón” para referirme titularmente al “Sagrado”, expresión menos religiosa y más suceso concreto. Personalmente sentí lo especial del lugarel suceso concreto, cuando don Pedro Capote me dio entrada a los interiores de la Fábrica de Tabacos, con cuyo nombre comenzó a sonar “El Paso” más allá de circunstancias familiares; circunstancias  de las que estoy abusando: nombrar a El Paso cuando pedíamos puros en un estanco de Madrid añadía un sentimiento de presunción en los palmeros de entonces. Finalmente mi hija María completó nuestra relación familiar al elegir, con Jesús, el Santuario para casarse. Y aquí es exigible, ¡harto exigible! prescindir de lo propio y dar entrada a la Virgen del Pino.

Aunque en otras ocasiones la Virgen del Pino había bajado desde su ermita a la Iglesia de Nuesra Señora de Bonanza (Iván Rodríguez), es en 1955 cuando comienza a hacerlo regularmente y es esta fecha  la que viene marcando su descenso trienal hasta el casco urbano. Y sin lugar a dudas el acto más esperado es la tradicional romería de la Virgen del Pino desde su Santuario hasta la parroquia de Nuestra Señora de Bonanza; Romería con mayúsculas, nombre que a solas resume la totalidad de los festejos marianos trienales.  El Programa de Fiestas describirá  suficientemente lo que deba conocerse para gozo de cuantos celebran los días de la Virgen; lo cual debería iniciarse en lo que llamamos Pregón. Pero aquí, el Pregón va a consistir en lo contrario de un Programa: y mis palabras van a pregonar contrariamen-te lo que pueda desconocerse en medio de la curiosidad de los vecinos que me acogen en este sitio donde un pino y una Virgen representan el bellísimo lugar que llamamos El Paso del Sagrado Corazón.

Siendo lo contrario de un Programa, un Pregón, repito, debe reducirse a comunicar la singularidad específica de quien pregona; así que, de aquí en adelante, describiré las situaciones particulares que tengan el único interés de lo que me sucede. Entre paréntesis y antes de comenzar la descripción de mi particular circunstancia  confieso que obedezco una especial afección al término sucede. Sucede, acontecimiento no excesivamente sorpresivo que ocurre como la vida: sucede, algo que transcurre en paz. Puedo asegurarles que en El Paso siempre vivimos en paz; una paz regalada, una paz encontrada, una paz que sucedía.

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Para vivir entre ustedes, y durante breve tiempo, usamos una cabaña ubicada al pie del monte desde donde se domina El Paso en su totali-dad. Pero nosotros no pretendíamos dominarlo sino estar en él.

Hasta que por fin nos acogimos al lugar que fue nuestr0 y, aún dejando de vivirlo, será siempre nuestro: El Barrial. Es lo que llamo suficientemente El Paso. ¿Por qué suficiente?  Porque allí viví cerca de Juan Canario.

Juan Canario  no es la transición semántica de “Juan Español”, es decir, mera generalización y anonimia del hombre tópico del pueblo. No: Juan Canario es Don Juan Canario,  un nobilísimo amigo que vivió en El Barrial.  Era, es, un hombre real y cabal; por virtud de su talante se mantiene  digno de representar a cualquier canario. ¿Quién es entonces Juan Canario? Me esfuerzo en responder con la expresión más próxima a él: Juan Canario era, es un amigo que sucede en paz

Hablaba conmigo: dicen que ahora va usted a defender a los pobres…

No exactamente, digo

     Pero la gente dice “defensor de los pobres”… ahora que caigo: “Defensor del Pueblo”

   

Hablaba conmigo por la tarde.  Casi siempre acudía cuando advertía mi regreso del trabajo. Yo lo animaba a buscar una ocupación: se había visto obligado a dejar su tarea anterior, las galerías,  de las que me contaba graves inconvenientes para hombres de su edad y poca salud ; decía no, don Luis; ¿para qué? Ahora me van a decir que no. Y para una vez que dijeron sí, al final fue no. No se moleste,  déjese estar, déjese estar…

         Don Juan se deja estar como la tarde. ¿Qué quiero expresar al decir “estar como la tarde”? Una serena libertad que propone y admite cuanto debe suceder en el hombre  para serlo. No era mucho lo que me sucedía a mí, pero sí era mucho –hoy podría decir que era “todo”- lo que sucedía a Don Juan Canario: hablaba de sus venturas y desven-turas, de su soledad y su familia, de su juventud en el norte de otra isla, donde tenía dos tías especiales que adivinaban sucesos venideros, la suerte de un vecino, la salud de un familiar. Interrumpía Don Juan sus relatos, siempre interesantes para él y para mí; pero, digo, interrum-pía sus relatos cuando llegaba el momento ineludible de llevar agua al caballo de Concha:  él era fiel a sus recuerdos y los depositaba junto a mí; pero sobre todo él era fiel a su deber principal, a calmar la sed, cualquier sed, y permitir con ello el suceso necesario para vivir en paz. Estando con Don Juan accedí a una serena libertad que permitió constituirme en  el hombre que se elige como tal.

         Una tarde no se parece a ninguna a otra tarde. Naturalmente jamás tendí a ser como Don Juan; por el contrario: la diferencia define el ser de cada uno, como las tardes lo son por desiguales. Pero las tardes no pueden llegar a ignorar un rincón que las iguala, donde las palabras hilvanan sentimientos comunes que a veces concluyen en puntos cubanos donde uno y otro nos mostrábamos de forma especial, puntos cubanos que también llamamos “relaciones”, porque eso eran, una relación especial entre dos personas que acaban completándose. “Completarse” es una forma de igualarse, y ello al margen de la diferencia necesaria para ser distintos; y eso es lo mismo que “ser persona”

         Las tardes duraron hasta que don Juan enfermó. Y duraron también los puntos cubanos que él entonaba desde su cama y yo respondía torpemente. Una tarde tuvo que interrumpir su relación mientras un poco de sangre asomaba a sus labios. Esa tarde regresamos tristes, muy tristes, a casa. Dos horas después llamó doña María Luisa, la mujer, para decirnos que Don Juan acababa de morir.

         Me pregunto, y ustedes se preguntarán, y la gentil alcaldesa se preguntará si esto es un Pregón de la Fiesta de la Virgen del Pino, cuando los Pregones debieran limitarse a mentar los valores extraor-dinarios de lo que se pretende anunciar; en vez de explicar lo bonito que es el Paso y su Fiesta, les he abrumado con un tema estrictamente personal; otro tanto sucedió con el libro que publiqué poco después de la muerte titulado “Juan Canario y el Diputado del Común” , editado por el Cabildo Insular de La Palma bajo los auspicios del Centro de la Cultura Popular Canaria.

         Acabo de decir que jamás tendí a ser como don Juan, y en ello reside quizá  la única excusa positiva de este Pregón: ser hombre com-pleto, es decir: distinto en el Barrial junto al hombre tremendamen-te completo y tremendamente distinto llamado Juan Canario. Presumir de hombre completo supone vanidad, pero es verdad: y ello, la verdad, puede dar razón de algo tan extraño como este Pregón. Un pregón que debe concluir en proclamar la formidable distinción de Don Juan Ca-nario.  A tal efecto concluyo  agradeciendo a Juan Canario la distin-ción que tal vez lo haya hecho feliz en vida y, desde luego, me ha mantenido el orgullo de ser distinto, hombre, como él me hizo.

Éstas son las palabras que digo a Don Juan Canario:

 

Ahora que asumo el destino de hablar distinto que tú y saber que la virtud sólo es fruto del camino; ahora que el distinto sino no reparte el incensario sino que es para el sagrario de lo que llaman cultura, te digo en tu sepultura que yo no soy Juan Canario.

Ni Juan ni Canario soy ni me he muerto como tú y gozo de la salud del no ser en el que estoy. Sin embargo tras ti voy porque la hora de irse fija está y ha de decirse a quien la pena no entiende que sólo en pena se aprende la canción para morirse.

Mano a mano se decía la relación, yo al acecho de robarte tu derecho de cantar lo que moría. Le roba la noche al día, le roba el vacío al bulto, le roba el culto al inculto, y al cantarlo nadie aprende que cantar al que no entiende es robo, crimen e insulto.

¿Qué te dan los que aquí están oyendo cantar tu muerte? Si no fue de ellos tu suerte fácil es dar lo que dan. Perdón te pido, don Juan, tú si Canario, por muerto, y, por muerto, vivo y cierto, descubierto en una esquela sin ninguna carabela que te haya descubierto.

De las fáciles verdades ha llegado la rebaja: te regalan por mortaja banderas e identidades. Tu en tantas necesidades ayer ¿quién hoy te convoca con necesidad tan poca? ¡Tan poca y lavada era, Juan Canario, tu bandera recientendida la ropa!

          La camisa, el calzoncillo zurcidos de atrás alante; del color que mas aguante tu ropa de baratillo, ni azul, blanco ni amarillo sino pardo p’al estrago tu color difuso y vago ¡que no tuviste dinero para vestirte romero ni disfrazarte de mago!

Perdón mi querido amigo, Juan Canario, hombre de hombría, de sacho, de galería, de pasto, corral y trigo. Perdón mi amigo te digo, y dime tú dónde están los trigos que harán el pan que tu cuerpo llegó a ser ¡ese pan me podrá hacer Canario como Don Juan!

Te pido perdón  y sigo mintiendo: porque ese pan lo quiero para el desván de la cultura testigo. Cuando cantabas conmigo sólo era tuyo el dolor de vivir y el estertor de la muerte y su tristeza; en mí quedó la destreza para mentir el amor.

Esta “Relación” postrera, para lograr la unidad, se fía a la eternidad de la confiada espera. Érase una vez y era de la verdad el afán: no quiero comer tu pan, no quiero tu padecer, no quiero: no puedo  ser Canario como Don Juan.

 

 

Así termina, señora alcaldesa, señoras y señores, lo que se llamó Pregón y de ahora en adelante es un recuerdo de felicidad ocurrida en El Barrial. Que no es todo proclamar la belleza de El Paso sino también su capacidad de hacer personas.

 

 

 

 

 

 

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